Saltaron de aquella pantalla que deleitaba a la gente del pueblo con la más antigua y a la vez la más bella película jamás dirigida.
Sus pasos resonaban ligados al eco de las campanas que les obsequiaba con una banda sonora digna de los más gloriosos ángeles.
Mientras se colaban por los resquicios de las puertas (y de sus corazones), silbaban una dulce melodía ya olvidada entre las ruinas de otra época, de otra historia.
No se irían, al igual que nunca se fueron los pequeños personajes que un lejano día salieron de aquella pantalla.
Mientras se colaban por los resquicios de las puertas (y de sus corazones), silbaban una dulce melodía ya olvidada entre las ruinas de otra época, de otra historia.
No se irían, al igual que nunca se fueron los pequeños personajes que un lejano día salieron de aquella pantalla.